
¿Te imaginas que en los próximos años la Baja 1000 volviera a arrancar desde Tijuana? La idea no es un sueño suelto ni una fantasía nostálgica. Ya pasó. En 1967 y en 1995 esta ciudad fue el punto de partida de la carrera todoterreno más famosa del mundo. Aquella salida quedó grabada en la memoria colectiva: motores rugiendo por las avenidas, familias enteras siguiendo el desfile de vehículos, helicópteros sobrevolando la frontera y una Tijuana que, aunque distinta a la de hoy, ya demostraba que podía estar a la altura de un evento global.

Han pasado casi treinta años desde aquel último arranque histórico, y vale la pena volver a plantearnos la posibilidad. Tijuana tiene la energía, la frontera, la gastronomía reconocida, la infraestructura hotelera, los espacios públicos y, además, una comunidad off-road que entiende el desierto como parte de su identidad. A esto se suma la ventaja estratégica de tener a California del otro lado, donde se concentra buena parte de los equipos y patrocinadores que siguen la carrera. No es casualidad: Tijuana es un punto natural para una fiesta de esta magnitud.

Si la Baja 1000 volviera a salir de aquí, la ciudad se transformaría durante varios días. Los hoteles se llenarían, los restaurantes vivirían un impulso notable, los talleres y negocios locales trabajarían al límite, la prensa internacional nos enfocaría de nuevo y el nombre de Tijuana volvería a recorrer el mundo en transmisiones, reportajes y redes. Sería también una oportunidad para reactivar espacios como la Avenida Revolución, la Zona Centro y la Zona Río, convirtiéndolas en un corredor vibrante de actividades previas al arranque: exposiciones, convivencias con pilotos, ferias mecánicas, música, cultura y todo aquello que hace única la vida pública en esta ciudad.

Pero más allá del beneficio económico o mediático, hay algo profundo en juego. Recuperar la salida desde Tijuana sería un acto de imaginación colectiva, una decisión para volver a pensar en grande. Nos obligaría a coordinar gobierno, empresarios, clubes off-road, ciudadanos, hoteles, comercios y voluntarios, y a demostrar que la ciudad no solo es capaz: está lista para hacerlo mejor que en 1995.
La Baja 1000 siempre ha sido una carrera de valientes, en el desierto y en la organización. Tijuana lo fue una vez.
La pregunta ahora es clara:
¿queremos volver a encender el semáforo de salida en esta frontera?



