El anuncio del canciller Marcelo Ebrard sobre el incremento de aranceles a los automóviles provenientes de China —y de otros países asiáticos sin tratados de libre comercio— marca un giro decisivo en la política comercial de México. El nuevo gravamen, que pasará a 50% una vez aprobado en el Congreso, representa el máximo permitido por la Organización Mundial de Comercio y envía un mensaje claro: México está cerrando filas con su principal socio, Estados Unidos.
La medida no puede entenderse únicamente como un intento de proteger la industria nacional frente a autos asiáticos de bajo costo. En realidad, responde a uno de los puntos más tensos de la relación bilateral con Washington: la exigencia de que México se sume a la estrategia de contención comercial hacia China. Con esta decisión, México se distancia de Pekín y demuestra que está dispuesto a “jugar el mismo juego” que Estados Unidos en la disputa global.
La presión estadounidense había sido constante. Desde meses atrás, funcionarios y empresarios en Washington insistían en que la entrada masiva de autos chinos a México podría convertirse en un resquicio para eludir las reglas del T-MEC. Ahora, con este arancel, el gobierno mexicano manda una señal inequívoca de alineamiento geopolítico: la prioridad es mantener y fortalecer la integración de Norteamérica, aunque eso implique alejarse de uno de los principales proveedores de manufacturas baratas a nivel mundial.
Si bien el argumento oficial es la protección del empleo y la industria nacional, la lectura política es más amplia. México está apostando por mantener la confianza de Estados Unidos en un momento en que la guerra comercial contra China escala a nuevos niveles. El costo de esta decisión podría verse reflejado en un encarecimiento de vehículos importados para el consumidor, pero el beneficio inmediato es mostrar que la relación con Washington está por encima de cualquier vínculo emergente con Pekín.
En suma, México cede terreno ante China para consolidar su posición en Norteamérica. La pregunta que queda abierta es si esta estrategia permitirá un fortalecimiento real de la industria nacional o si se trata de una concesión más en un tablero geopolítico donde las reglas las sigue marcando Washington.

Te comparto los datos más relevantes sobre las importaciones de autos chinos a México:
En 2024, México importó autos chinos por 5,332 millones de dólares, un récord histórico.
El déficit comercial automotriz con China alcanzó 5,068 millones de dólares, el más alto registrado.
Los autos chinos representaron 30.1 % del valor total de vehículos importados a México en 2024.
Entre enero y septiembre de 2024 ingresaron 353,416 unidades provenientes de China.
En ventas al público, los autos chinos alcanzaron 302,837 unidades en 2024, equivalentes al 20.2 % del total de vehículos ligeros vendidos en el país.
En lo que va de 2025, la participación de mercado bajó ligeramente de 21.3 % a 19.9 %.
Solo en el primer cuatrimestre de 2025, México compró a China autos por 2,050 millones de dólares.
Actualmente, 3 de cada 10 autos importados en México provienen de China, superando a EE. UU. y Europa juntos.
Mientras México exporta poco a China (apenas 262 millones de dólares en 2024), la balanza es desproporcionada.
Marcas como BYD, Changan y MG encabezan la entrada de autos chinos al mercado mexicano, aprovechando precios más bajos frente a competidores tradicionales.